En las últimas décadas se ha producido uno de los cambios más importantes que ha experimentado la economía española, la participación de las mujeres en el mercado laboral. La promulgación de la Constitución Española en 1978 fue el punto de arranque para superar las diferencias de género entre hombres y mujeres que venían existiendo desde tiempo atrás. Desde el inicio de los años ochenta se observó un crecimiento de la cantidad de mujeres que querían incorporarse al mercado laboral. Esa nueva situación transformó la propia realidad de las mujeres, hombres y familias, suponiendo un hecho social de gran relevancia. El incremento de la población activa femenina supuso un cambio en la forma de vida o del rol de la mujer dentro de la estructura familiar: ésta ya no se dedicaría exclusivamente a la realización de las tareas del hogar, que se distribuirían de manera más equitativa con el hombre, sino que aportaría ingresos a la unidad familiar, situación que hace unas décadas hubiera sido impensable.
Aun así, queda un largo camino que recorrer ya que las diferencias entre hombres y mujeres en el mercado laboral persisten, y no sólo a nivel nacional sino también en el ámbito europeo e internacional. Existe una mayor presencia femenina en categorías profesionales definidas con escasa cualificación, baja remuneración y menor prestigio social, siendo también el trabajo temporal y a tiempo parcial, los que más incidencia tienen en este colectivo.
