En 1983 salía a la luz el libro Escultura Barroca en España 1600/1770 obra del profesor Martín González. Aparecía como un manual, aunque superaba con mucho los mínimos que se suponen a este tipo de publicaciones. El autor no se limitó a realizar una síntesis de las principales manifestaciones escultóricas y de los artistas sino que desarrolló una historia que, desde los puntos de vista filológico y formal, agotaba los conocimientos que se tenían hasta entonces: la presentación en grandes apartados, referidos a los principales centros de actividad escultórica; la división cronológica en tercios de siglo; el estudio biográfico de los artistas, etc., son aspectos difíciles de discutir por la exhaustividad con que se estudian. Buena parte de ese saber, en especial por lo que se refiere a la imaginería castellana, se debe al trabajo del mismo autor quien a lo largo de cuatro décadas había investigado incansablemente la escultura. En esta obra es difícil encontrar una omisión, y si esto ocurre siempre se trata de una cuestión secundaria, incluso en el apartado crítico donde se relacionan, y en buena medida se enjuician, prácticamente todas las publicaciones. Llama la atención sobre la clientela; sobre el artista, no en cuanto pura biografía sino en sus relaciones con el entorno, tema que él mismo desarrollará poco después sobre el proceso de elaboración de la escultura; sobre la iconografía; o sobre los géneros artísticos. Y son precisamente algunos de estos aspectos, y otros aquí no contenidos, sobre los que quiero incidir dada la gran importancia que tiene su conocimiento para el estudio de la escultura.
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